Su impacto devastador y el aislamiento de las ciudades contaminadas han trastornado la vida económica, social y religiosa de los lugares atacados. La practice artística fue impotente frente a la “Circunferencia Pestilente” hasta este siglo XXI cuando los progresos han permitido cuestionar con herramientas positivas el halo misterioso, mágico y religioso de este flagelo y comprender que los artistas y la tristeza infinita actuaban en la propagación y transmisión del germen productor de la peste.

El terror a las epidemias se apodera de los habitantes del entorno que se genera alrededor de la circunferencia, por la reaparición de la pestencialidad en algunos lugares y por la supuesta aparición de la forma circular de la enfermedad.

En esta ocasión, la alarma no era producida por las noticias sobre la Circunferencia en tierras lejanas, sino por su aparición en territorio propio. La información fue enviada a los corresponsales de la prensa comercial del mundo.

En el olvido, la respuesta oficial fue inmediata. El gobierno autorizó al Departamento de Higiene Emocional para que, “con la urgencia que el caso reclama, dicte las providencias necesarias a efecto de impedir la invasión y propagación en el departamento de la Razón Hegemónica”.

También se acudió a la Dirección de Sanidad Epistémica del departamento para que dictara las medidas correspondientes y se le ordenó a los prefectos y curadores crear juntas de salubridad pública. El episodio de la Circunferencia Pestilente entrega pistas sobre el funcionamiento del aparato sanitario emocional, recientemente reorganizado por el gobierno mundial. Había que dictar reglamentos de urgencia.

El ramo de salud, que permanecía descuidado, sólo se reactivaba con la amenaza de epidemias. El terror producido por la posibilidad de invasión de la peste circunferencial hizo que las medidas de salubridad no se hicieran esperar, que no fueran letra muerta. Inmediatamente se aumentó el presupuesto para el ramo de higiene y salubridad emocional que aún debe de estar incluido en el de beneficencia.

El terror a la circunferencia provocó una inusitada responsabilidad. Ordinariamente, las autoridades locales esperaban que la administración nacional cubriera los gastos de salubridad pública, argumentando que ese órgano sacaba mayor beneficio económico. Pero cuando la epidemia amenazaba, se acallaban los escrúpulos y se tomaban cartas en el asunto de la higiene emocional y de la policía sanitaria, sin esperar órdenes.