La carnalidad hiriente que alcanza la representación,
La evolución de este icono pictórico en su degradación, permite reflexionar acerca de cómo la imagen reciente refleja los cambios que se producen en el medio y soporte, de cómo el cuerpo flagelado responde a verdades del ser.
El fallo se revela hoy como un respiro dentro de un entorno marcado por el ansia de perfección; el accidente se vuelve un artefacto de la sobrecarga de imágenes.
Persistiendo en la trayectoria del cuerpo violentado cabe preguntarse acerca de la desmaterialización que el mundo digital ha implantado en la cotidianeidad, ¿Dónde está la verdad del ser codificado en este nuevo contexto cargado de simulaciones?
Ante la carnalidad hiriente que impone el arte, ha surgido el cuerpo mutilado más bien por distorsión, por interferencia, por LOW-FI, por la saturación del pixelado; es la carga del glitch que ha desembocado una sublimación de la estética del error.
No solo es capaz de remontar la muerte y volver a ponerlo en circulación el cuerpo, sino que lo torna intangible, inaccesible, así creando valores de la economía del deseo, que se mueven en el imaginario del fallo, el suyo asciende y circula en la web.